sábado, 24 de julio de 2010

EDITORIAL

Faltan pocos días para que los alcaldes del Estado de México cumplan un año despachando los asuntos públicos desde que asumieron el cargo el pasado mes de agosto de 2009 y, en ese mismo contexto, tendrán que cumplir con la obligación republicana de rendir un informe que dé cuenta del estado que guarda la administración pública en sus respectivos territorios municipales. Ya desde meses atrás, a partir de que comenzó este 2010, se encuentra ampliamente compartida entre la opinión pública de los municipios que conforman la región norte del Estado de México, la percepción de que los alcaldes de extracción priísta, más que ejercer un gobierno que sirva a los intereses de la ciudadanía que los eligió, a lo largo de este año de gestiones, la mayor parte del tiempo se han dedicado a promocionar los “compromisos cumplidos” de su máximo jefe político en esta entidad: Enrique Peña Nieto.
En esta región, como en muchas otras del territorio mexiquense, muy pocas de las giras de trabajo que encabezan los ediles han servido para inaugurar o iniciar la construcción, remodelación o ampliación de obras públicas que no tienen mucho impacto en la actividad económica local. Por ejemplo, en San Felipe del Progreso, uno de los municipios que cuenta con una población mayoritariamente indígena, el pasado 7 de junio, el alcalde Javier Jerónimo Apolonio inauguró cuatro obras de encementado y asfaltado de caminos en las comunidades de Santa Ana Nichi y Charcos Azules en las que se comprometió una inversión muy poco significativa si se compara con la enorme cantidad de recursos públicos de que dispone este municipio para su crecimiento económico. Jerónimo Apolonio, al igual que el resto de los alcaldes de la zona norte del Estado de México, se han mostrado totalmente incapaces y faltos de creatividad y de liderazgo para crear estrategias y definir acciones que contribuyan a impulsar el desarrollo económico en los lugares en que gobiernan.
En lugar de ello, la clase política que sigue dominando en esta región, hace uso de los recursos humanos, técnicos, económicos y materiales con que cuenta para seguir afianzando su predominio, por encima de las voces y de los movimientos sociales que claman por democracia, justicia, equidad y progreso. La inconmensurable cantidad de recursos que están a disposición de los políticos de siempre es el aceite que lubrica la maquinaria desplegada por Enrique Peña Nieto, actual gobernador del Estado de México, que le está abriendo el camino en su proyecto por abanderar la causa priísta-salinista en los próximos comicios del 2012.
En los últimos días, la estrategia que busca relacionar los “compromisos cumplidos” con actos proselitistas anticipados, en todos y cada uno de los municipios del territorio mexiquense, está ganando terreno entre los sectores sociales más desprotegidos , quienes ven en la despensa “del bicentenario” la magnanimidad de Peña Nieto, y no un instrumento que está al servicio de las élites del poder, principales responsables del atraso y la marginación en que han sumido a millones demexicanos, como consecuencia de su voraz ambición por manejar los hilos del poder público nacional.

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